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Daniela Escobar y Montserrat Fernández

25 de mayo de 2022: Centenario del aniversario de FEMINIFLOR

Fue el 25 de mayo de 1922 cuando las redactoras de la revista Feminiflor, la primera revista boliviana escrita y dirigida por mujeres, festejaron con bombos y platillos su entrada y permanencia en la esfera pública a través del periodismo.

Aún lo recordamos, un año antes de hoy, “Feminiflor” dejaba escuchar su voz como una protesta contra la inacción y apatía en que hasta entonces habíamos vivido. Betshabé Salmón, Año I, No. 12
Al celebrar esta fecha suenan victoriosas las campanas del derecho y la justicia anunciando el aniversario del paladín de bellos sentimientos, que emanan de un búcaro de primorosas flores cuyos aromáticos ideales embriagan el campo femenino. Al recordar este día el eco del regocijo repercute en los corazones de sus hermanas de anhelos y combate. Ana Rosa Tornero, Año II, No. 22

El aniversario de la revista Feminiflor trajo consigo el reconocimiento de la potencia de la voz de la mujer a través de su educación, que devino en un cambio de paradigma donde las mujeres se presentan como ciudadanas que exigen sus derechos con libertad. Antes de este gran cambio, las mujeres se encontraban en una situación jurídica que las obligaba a pedir constantemente permiso y aprobación de un hombre: primero su padre, luego su esposo y por último, cuando este moría, el juez. Solamente se les enseñaba a leer y escribir y, al ser la educación dirigida por la Iglesia, se las educaba para entregarse con devoción al sacrificio, emulando a la pureza y obediencia de la Virgen María. No obstante, gracias a la reforma educativa del gobierno liberal de Ismael Montes, en 1909 llega a Bolivia la “misión belga”, a la cabeza de Georges Rouma, y comienza a gestar en las primeras generaciones de mujeres bachilleres la necesidad de un cambio social y político que permita a la mujer resignificarse más allá de su figura de madre abnegada.

Antiguamente se consideraba a la mujer inútil que no servía sino para mártir de su casa (...). Si la mujer era soltera no podía emplearse ni trabajar y si violaba esto era tachada por todo el mundo, por toda esa sociedad, por ese núcleo de lenguas viborescas que les gusta envenenar. Aún si ella era niña, no les gustaba instruirla, ella debía ser como una flor silvestre que ignoraba todo… todo lo que muestra el mundo malvado, este mundo de hipocresía y de falsedad. Hoy la mujer es más libre, tiene amplia facultad para deliberar, muestra su lugar en el mundo y da a conocer que tiene también inteligencia, voluntad, derecho, más que todo constancia y capacidad suficiente para mantenerse a sí misma. Nelly López, Año II, No. 22
Este grupo intelectual de señoritas propúsose, sin duda alguna, demostrar al sexo masculino que la mujer puede tanto como el hombre, no digamos materialmente sino intelectualmente, y que la mujer no es pues aquella pobre humanidad que está sujeta a la del hombre sin vuelta que dar, como es a criterio de muchas personas indudablemnete pobres de entendimiento y espíritu. Zaida Salazar, Año I, No 12

Ante el panorama revolucionario gestado desde la educación de las mujeres, la sociedad de Oruro de los años veinte reacciona tanto en contra como a favor del nuevo rol: la periodista, la escritora, la que ejercita su derecho a la palabra. Así, las redactoras de Feminiflor se saben vanguardia de una lucha contra discursos de descarte, de infantilización, de ridiculización, basados en falacias sobre el sexo femenino como la incapacidad de dirigir y mantener vigente una publicación mensual a lo largo del tiempo.


Ha transcurrido un año desde aquel día en que en medio de entusiastas aplausos se presentaron a la ardua tarea del periodismo un ramillete de encantadoras flores, que no temen que el odioso fuego de la crítica malsana las marchite y que desprecian la necia burla porque saben que los que piensan muy alto y sienten muy hondo no temen el lodo, porque en él no se manchan. Emma L. Monje, Año I, No. 12.
También es verdad que durante este transcurso de tiempo no ha faltado quien desee su desaparición y para lo cual hasta han habido sermones mal estudiados, que si han merecido el aplauso de algunos, merecieron también la reprobación de los más. ¿Por qué desear la muerte de una inofensiva revista? Si fuera para presentar al público otra mejor, gustosas cederíamos nuestros puestos a personas más preparadas y experimentadas, ya que no tenemos pretensiones, pero destruir sin construir no nos parece bien. Laura de la Rosa, Año I, No. 12
A las jóvenes de hoy y heroínas del mañana, a su esfuerzo y firme voluntad se debe que Feminiflor cumple su primer aniversario. Pasó un año de lucha haciendo un grandioso mohín a la crítica vulgar muy parecida a los vampiros que en vano aguijonean y nunca engordan, quedando tan escuálidos como sus amigos los zancudos… Así como estos se esconden a la luz del día, así también los críticos se ocultan en los pliegues de su adhesión hacia Feminiflor. Hortencia Ramos, Año I, No. 12

El propósito de poner en duda la calidad de las publicaciones de Feminiflor tiene un efecto opuesto al pensado: al sentirse atacadas e interpeladas, las jóvenes redactoras unen sus lazos con otras agrupaciones de mujeres, lo que provoca la creación de un movimiento que deja de ser un emprendimiento quijotesco e individualista para convertirse en una colectividad. Gracias a esta unión, las periodistas son capaces de proyectar su hacer hacia el futuro y así reconocer su aporte a la historia de Bolivia. No es casualidad que diez años más tarde, cuando estalla la Guerra del Chaco contra Paraguay, muchas de estas mujeres se convierten en figuras esenciales para el funcionamiento de las ciudades una vez que los hombres parten al frente.


Estábamos preparadas para todo y cuando más tarde se interpusieron en nuestro camino dificultades casi insalvables comenzaron las fatigas y hasta hubo un instante de desaliento entre nosotras al no ser comprendidas; sentimos acercarse un torbellino amedrentador de murmuraciones, de injusticias y, como todos en el momento del peligro, nos juntamos… y pasó sin dejar su huella en nuestras almas, sedientas de saber, de ciencia y arte. Betshabé Salmón, Año I, No. 12

Cuando se escriba la historia de los adelantos femeninos en Bolivia, el Centro Artístico e Intelectual de Señoritas de Oruro ocupará una de las páginas más brillantes, ya que ha sido el primer centro feminista que, contra la opinión de los derrotistas, lanzó la primera revista femenina, cuyas columnas estuvieron y estarán siempre a disposición de la mujer, contribuyendo así a una mayor cultura, al desarrollo del gusto por las letras y a la lenta pero segura evolución del feminismo nacional. Laura de la Rosa, Año II, No. 22

Sin duda, Feminiflor no solo es una revista, sino un ejemplo de cómo se puede generar un cambio a partir de la constitución de una comunidad que hace de la escritura un instrumento de lucha. Pensar en la escritura como el cuerpo al pie del cañón no solo permitió horadar los prejuicios del discurso de la época respecto a la mujer, que comenzó a designar, a nombrar, a denunciar acciones de marginalización, sino registrar esos prejuicios como capítulos de la Historia de un país que empieza a cuestionar su existencia. Se apunta en primera instancia al desarrollo de la mujer, pero sobre todo al progreso de la sociedad. Al relacionar a la mujer con el progreso de la patria, las periodistas dibujan un camino enmarcado en el feminismo y aceptan lo pequeño de su lucha frente la inmensidad de dificultades que están obligadas a enfrentar en su día a día las mujeres bolivianas y del mundo.


[Feminiflor] Es un distinguido núcleo de muchachas que esgrimen la pluma para combatir en la lid periodística; apartándose de los necios prejuicios que dominaron tiempos atrás y que sumieron a la mujer en una anemia intelectual. Las redactoras del simpático periódico enarbolan la bandera del feminismo, apartadas de la vida pasiva que confina dentro de los muros del hogar, ellas lanzan en el terreno de la lucha sus bellos pensamientos, que son leídos con avidez por las personas que comprenden el ideal de esas almas que pletóricas de entusiasmo siguen el sendero del progreso, constituyendo para la mujer de hoy un baluarte cuya llave es la constancia. Ana Rosa Tornero, Año I, No. 11
Feminiflor fue el primer vocero femenino que vio la luz pública en nuestro país; el primer número salió conmemorando la gloriosa fecha del 25 de mayo y al mismo tiempo aparecieron varios periódicos en Cochabamba, Sucre, Tarija, La Paz, etc. redactados por entusiastas jóvenes, pero ninguno ha llegado al año de vida y de entre todos (lo decimos con orgullo) es Feminiflor el único. El público comprenderá nuestro esfuerzo: que nuestra obra pequeña, humilde, que tal vez para alguien no sea nada, es mucho. Redactoras de la revista, Año I, No 12

La celebración por los cien años de la primera revista escrita y dirigida por mujeres en Bolivia pasó prácticamente desapercibida, salvo por el artículo de la Revista Digital Feminista Muy Waso “100 años de la revista Feminiflor: poesía y humor contra el patriarcado”. El olvido institucional de este hito en la historia de las mujeres bolivianas no es nuevo, pues la labor de Laura Graciela de la Rosa, Betshabé Salmón y Nelly López tuvo ya que ser “rescatada” por el Círculo de Mujeres Periodistas en el año 1977, quienes organizaron un homenaje a la revista en la ciudad de La Paz. En esa ocasión, los profesionales en el periodismo reconocieron el aporte de Feminiflor para ese rubro profesional, pero el alcance de este homenaje no salió de los círculos periodísticos de la época. Fue diez años después que, de nuevo por iniciativa de mujeres periodistas, Sandra Aliaga y Lupe Cajías, entre otras, se publica Feminiflor, un hito en el periodismo femenino de Bolivia, libro coordinado por el hijo de Betshabé Salmón, el también periodista Luis Ramiro Beltrán Salmón. Es una situación recurrente entre las mujeres escritoras que sus herederos deban reunir sus escritos para publicarlos, usualmente de forma póstuma; un claro ejemplo es la obra de María Virginia Estenssoro, publicada íntegramente por sus hijos.

Así, en 1987 Feminiflor abandona la esfera íntima del recuerdo familiar o del rubro periodístico e irradia sus ideas a todo el que tenga acceso al libro de Beltrán. No obstante, a más de cuarenta años de esa obra, hemos vuelto a dejar en el olvido los trabajos y las palabras de Betshabé, Laura, Nelly, María Luisa, Emma Luz, María Josefa, Zobeida, Fémina, Madame de Lys y tantas otras mujeres, quienes lucharon para que sus voces trascendieran su tiempo y espacio. Para seguir celebrando a Feminiflor, presentamos el sumario con los contenidos de los 16 números sobrevivientes de la revista, completando la labor de Luis Ramiro Beltrán, quien presentó los contenidos de los números 10, 16, 18, 22, 23, 24 y 25. Nosotras añadimos el número 6, 11, 12, 15, 17, 19, 20 y 21, así como el cuadro de ubicación de cada uno, pero lo que más gozo nos provoca es la digitalización de todos los números restantes que, siguiendo y completando la iniciativa de Muy Waso, son puestos a disposición de los lectores para su libre descarga.



​Utama. Comunidad de lectores realiza una investigación de rescate y visibilización de la primera agrupación de mujeres periodistas en Bolivia, Centro Artístico e Intelectual de Señoritas de Oruro, a través de su revista Feminiflor (1921-1923), celebrando el centenario de sus publicaciones. Esta investigación cuenta con la subvención del Fondo de Mujeres Bolivia Apthapi Jopueti.


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